El maestro, Eduardo Galeano:
El desarrollo urbano, metástasis de la desigualdad: crecen los suburbios. Los suburbios ricos suelen no estar demasiado lejos de los arrabales que los abastecen de jardineros y guardianes. En los espacios del desamparo, acecha la bronca de los que comen salteado. En los espacios del privilegio, los ricos viven en arresto domiciliario. En un barrio privado de Buenos Aires, opina el repartidor de diarios:
-¿Vivir aquí? Yo, ni loco. Si no tengo nada que ocultar, ¿por qué voy a vivir encerrado?
Los helicópteros atraviesan los cielos de la ciudad, yendo y viniendo entre las prisiones de lujo y las azoteas de los edificios del centro. Las calles, secuestradas por los delincuentes, envenenadas por la contaminación, son una trampa que más vale eludir.
Paradojas del afán exhibicionista: la opulencia está cada vez más obligada a recluirse tras altas murallas, en casas sin cara, invisible a la envidia y la codicia de los demás. Allí se agrupan las mansiones, protegidas por complejos sistemas electrónicos de seguridad y por guardias armados que custodian sus fronteras.
La verdad es que la criminalidad ha descendido, en estos últimos años, en los Estados Unidos, pero el mercado ofrece cada vez más presos. La cantidad de presos aumenta no sólo cuando la criminalidad crece, sino también cuando disminuye: quien no va preso por lo que ha hecho, va por lo que podría hacer. Las estadísticas del delito no tienen por qué perturbar la brillante marcha del negocio. Así, algunos anuncios publicitarios rezan: "Los presos vienen más duros que nunca. Afortunadamente, también nuestros productos" (Modu Form, empresa de mobiliario indestructible).
[ A Nicolás se le murió la tía más querida. Murió mientras dormía, muy tranquilamente, en su casa. Cuando supo que había perdido a su tía, Nicolás tenía 6 años de edad y miles de horas de televisión. Y preguntó: - ¿Quién la mató? ]
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