sábado, 16 de abril de 2011

Un periodista con trench en la web 2.0.


Mucha web 2.0, mucho twitter, mucho caudal informativo, mucha pelea con garras y dientes por ser el más inmediato... ¡qué estrés! No puedo sino preguntarme una y otra vez si me habré confundido de carrera. Igual debería haber tirado por algo más pausado, más atemporal, donde no haya que ponerse unos prismáticos para ver lo que hace el vecino de enfrente tras su opaca cortina y apresurarse para hacerlo antes que él. Filología hebrea o algo así. Por qué no.


Releyendo mis líneas me doy cuenta de que soy la primera en apuntar, consciente o insconscientemente, la deshumanización del periodismo. Ojalá siguieramos siendo aquellos hombres admirados, imponentes, que vestían trench beige, mocasines, sombrero de copa. Que fumaban en pipa, que llevaban un bloc (que no blog) de notas en el bolsillo y una pluma marrón. Que se tomaban su tiempo, entre calada y calada, ordenando con cuidado sus ideas para poder plasmarlas en aquellas hojas elegantemente.


¿Y ahora? Ni ordenar, ni plasmar, ni elegantemente. Y las caladas a la puerta. Ahora no hay tiempo. O sí, sí hay, vaya que si hay, de hecho, el tiempo es la poderosa moneda de cambio de este nuevo mercado de la información. Las redacciones se petan de gente, que van y vienen, con las cabezas colapsadas de #prisas y #rutina, que no dejan ni un huequecito mental para la #creatividad. (Twitter me está knockeando)


Pero como no quiero parecer una atrasada, amargada, inadaptada social y, de hecho, creo que no lo soy (ciertamente, enciendo el ordenador y abro como 7 pestañas, cada una con su red social correspondiente), diré que mi visión no es tan exageradamente negativa. Supongo que el fenómeno digital no tiene por qué comernos de un bocado, que la culpa de que el periodismo aún no haya hallado la clave para escapar de la gratuidad instalada en la Red es, precisamente, nuestra, de los periodistas. Nos hemos estado alejando de ella como si fuera un tiranosaurus rex dispuesto a mordernos el culo en cualquier momento, en vez de tratar de adaptarnos a sus ventajas comunicativas, que son obvias.


Si no ponemos de nuestra parte, adaptándonos a los inevitables cambios sociales, no podremos defender el valor de nuestro trabajo y, consecuentemente, cobrar por ello. Se trata de seguir haciendo el mismo "buen periodismo", ayudándose, y no despreciando, los robotizados medios de la nueva era. Quien transmite la realidad, con más o menos talento, es la persona, no la máquina. Y de ese talento depende la buena o la mala praxis, no del facebook, ni del twitter, ni del ipad, ni de youtube, ni de flickr.

La situación ya se nos ha impuesto (y seguro que, acto seguido, tuiteado) . De nosotros depende que sea aliada o enemiga.


viernes, 15 de abril de 2011

Universo apocalíptico y onírico


"No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje, Mr. Bell. Esa fue la equivocación de Doc. Siempre se llevaba a su casa seres salvajes. Halcones con el ala rota. Otra vez trajo un lince rojo con una pata fracturada. Pero no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo."


Desayuno en Tiffany´s. Truman Capote


GIJÓN




¿Anuncian las nuevas y poderosas tecnologías la decadencia de la cultura? Los evidentes estragos que la persiguen son el consumismo y su conversión en mercancía. Hoy, no existe más que lo que se ve en la televisión. Todo es espectáculo.


Todos, absolutamente todos, formamos parte de la “industria cultural” de un modo activo, tan arraigado en las sociedades de consumo actuales, que es de lo más cotidiano. Este término, conocido pero poco comprendido, hizo su aparición en la Dialéctica del Iluminismo (publicada en 1947 por dos miembros de la escuela de Frankfurt). Léanlo, pero, aviso: la desazón es terrible. Y no por lo que se cuenta, que algo ya sabíamos, sino por la constatación de las múltiples enfermedades que sufre hoy la cultura. El prodigioso desarrollo de los medios masivos de comunicación, el cine, la prensa, la publicidad, etc… es el caballo de batalla de la “industria cultural”. Los medios definen cuál es la identidad de la sociedad, qué roles ha de asumir cada individuo y guían la percepción de la vida. Son instrumentos de alineación cultural todopoderosos que nos aturden y hacen inofensivo cualquier conflicto. Una cultura sometida a los gustos del público y al éxito inmediato, mera mercancía.


Cual obedientes corderitos, formamos una masa homogénea que se sienta delante de la televisión y sonríe. Nadie se pregunta qué hay más allá. ¿Dónde están escondidos los grandes intelectuales de antaño? No salen de su escondite, qué remedio; el espectáculo mediático los intimida. Hoy se escucha más, por ejemplo, a Belén Esteban, que para eso es “princesa del pueblo” (¡mátame camión!), y al resto de personajes, manufacturados en la televisión, que opinan desde su incultura sobre cualquier tema, sin pensárselo dos veces. El consumidor no ha gozado jamás de tanta oferta y libertad para consumir productos efímeros y huecos por dentro, y la incertidumbre y la desorientación invaden nuestras mentes atolondradas.


Vivimos en una sociedad bombardeada por los mass media, en la que los jóvenes vemos la televisión unas tres horas al día y obtenemos –o creemos obtener –, en ella, cualquier respuesta. Queridos amigos, el entretenimiento (¡qué palabra tan mágica y laxante!) está sometiendo a la cultura y se está convirtiendo en el negocio más brillante. La vida se reduce al espectáculo, y el espectáculo se convierte en fuente de poder económico y político; la información se está reduciendo a la publicidad, y la publicidad manda.


El Roto, en una de sus viñetas, demuestra una vez más que basta una frase para condensar el sentimiento colectivo que no encuentra voz reconocible en cualquier momento de crisis. Ante un televisor entronizado, una mujer anónima proclama: “Lo malo que tiene esta edad de oro de la comunicación y la información es que no hay manera de saber lo que pasa.”



Fotos: retoooorno a casa

jueves, 14 de abril de 2011

Buenasbuenísimascuasinoches




Jelouuu! Después de las intensas jornadas de comunicación y moda de hoy, tengo otra perspectiva sobre la vida. Bueno, tampoco tanto.

Pero sí que creo que el mundo de la moda puede ser un verdadero universo lleno de matices no tan efímeros como algunos intelectualoides defienden. Posicionarse en un extremo opuesto a lo que se puede tachar como banal no te hace poseedor de la verdad eterna ni de la piedra filosofal. La moda puede contemplarse como una manifestación de la cultura del hombre. Si la miramos desde un punto de vista sociológico o filosófico posee un sentido sumamente genial. Y no desde la superficialidad, adquirida fácilmente por quienes duermen abrazados a fajos de billetes, aquellos que no quieren expresar nada más que su elevada posición social mediante una ostentosa apariencia aureada, cual Ferrero Rocher.

La moda es una crítica de valores donde, tanto el individuo mismo como su grupo social afín trazan un discurso intangiblemente captado por el resto. Como manifestación humana que no deja de ser, ensalza una personalidad, una perspectiva, un modo de vida, una filosofía, y echa por tierra a sus contrarias.


Un cambio que se produzca en la moda del momento parece algo efímero, insustancial en su seno, pero, sin embargo, es una caja de resonancia de una transformación mucho más trascendental que está acaciendo en el núcleo social. La moda propicia una liberación donde, quizá por su aprobación social mayor que en otras creacciones humanas, el sello personal, más evidente o menos, siempre se puede encontrar.


Photos: "en clase! haciendo el majo

miércoles, 13 de abril de 2011

Quédate quieto un momento. Era todo mentira

Paranoid Android. Esta noche me acostaré con Satán. Y mañana una cerveza, el sol en la cara, los pies en la mesa, la brisa poniendo ese mechón aquí.

¿Sabes lo que pasa hoy en día? Que todo funciona, sales: y funciona, entras: y funciona; conoces: y funciona.


Pero a ratos, todo funciona a ratos, efímero. ¿Y si no me llena? Pues cierras los ojos, echas aire por las orejas, cuentas 10, o 30 y te aguantas. Sólo a ratos, ¡recuerda! Hoy estás en la cima, mañana no lo estarás.